El primer destino del veinteañero diplomático español Enrique Dupuy de Lôme (Valencia, 1851-París, 1904) fue Japón, donde residió desde 1873 hasta el 1875, cuando el país asiático se abría al mundo occidental después de casi doscientos cincuenta años de aislamiento. El gobierno español encargó a Dupuy, junto a las habituales tareas diplomáticas, el estudio de la industria de la seda en Japón, dado que en aquellos años una epidemia que afectaba los gusanos de seda había puesto en riesgo esta industria en Europa. Enrique Dupuy aportó una panorámica general sobre esta transformación, sector por sector, en un olvidado texto de 18 breves capítulos, que ha sido reproducido íntegramente en este volumen. Por último, sus intereses políticos y culturales se documentan en la primera, y por el momento única, bibliografía comentada de sus escritos.
Como señala Guillermo Campos en el prólogo de esta obra, «si el vino es uno de los símbolos definitorios de la civilización mediterránea, su cultivo mediante el sistema de parrales vendría a ser la interpretación atlántica en el proceso de asunción y expansión del fruto y su transformación final y, por tanto, una contribución a la cultura universal de la vitivinicultura. Braudel identifica las grandes culturas del Mediterráneo por tener sus tierras meridionales una planta símbolo de civilización, la vid (también el olivo), mientras que las del norte tienen su totémico símbolo en un animal, el cerdo. Puesto que ambos símbolos armonizan en Galicia formidablemente, la propuesta del historiador francés sintetiza y justifica la razón y alcance de este libro que nos brinda el profesor Xavier Castro, un trabajo de recopilación meticuloso en el que no queda fuera de la contemplación documentada ninguno de los vectores sociales en los que la vid y el vino participan de los usos y costumbres del ser humano en estas tierras del noroeste.» El objetivo de la obra que el lector tiene en sus manos no es otro que desgranar algunos aspectos relevantes de la historia...